¡Mis llaves!

Este sábado, como muchos otros, jugué el partido de baloncesto en Romareda, el colegio al que voy a entrenar. Acabó el partido, fui con mi madre a tomar un Aquarius (bueno, un más modesto Radical), y ya tenía intención de ir para casa. Mi madre se quedaba allí, ya que mi hermano estaba jugando otro partido. El caso es que, yendo hacia la puerta, palpo los bolsillos y pienso ¡las llaves! Me pongo a buscarlas por todo el colegio (que no es pequeño, precisamente. Aunque, afortunadamente, no fue en el mío), y nada: volvemos al bar (se me había unido en la búsqueda Ana, la hermana pequeña de Juan Carlos, que de vez en cuando comenta por aquí), rastreamos el recreo, entramos al pabellón… Nada. Entonces vemos al entrenador, se lo decimos, y nos deja las llaves del cuarto de balones, por si acaso las habían metido allí. Tampoco.
Para entonces, mi madre ya me había dicho que “de aquí no sales sin las llaves”. Entonces entra el entrenador al cuarto de material, y dice “a ver si están en algún saco”. Coge 7 sacos de balones, y los vuelca: más de 50 pelotas de baloncesto en un cuarto minúsculo. “Así, de paso, los ordenamos”.

Salimos del pabellón, y se acerca mi madre:
-Juan, ¿estás seguro de que has cogido las llaves?
-Sí, yo creo que las he cogido.
-¿Me lo jurarías?
-Bueno, jurar no, pero yo pienso que…
-Toma el móvil, y llama a casa.

Estaban en casa.


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