Y va el relato del segundo cumpleaños en esta semana, sólo que esta vez se trata del de Javier, o más comúnmente, Flo.
A las 11:45 nos han pasado a buscar a casa de mis abuelos, ya que mis padres no están (ahora mismo estarán llegando a Zaragoza), para ir a Paniza. Después de 35 minutos en coche y con alguna que otra broma (ayer compramos algunas cosas “graciosas”, como caramelos amargos, un cigarro que echa agua o un paquete de chicles que te pilla la mano), llegamos al pueblo. Allí ya hemos ido un poco “de exploración”, a ver qué había por la zona. Después de llegar a un alto (como a 1 km de la casa), han llegado los demás, haciendo que estuviésemos todos (25 adultos y 10 adultos pequeños). Hemos estado esperando los 4 que estábamos en la colina a que llegasen los otros 4 (2 eran niñas pequeñas), y finalmente han llegado. Desde ahí, hemos vuelto a bajar, pero por un camino diferente. El pequeño problema es que hemos tenido que atravesar 10 metros de zarzas, y cuando nos hemos querido dar cuenta estábamos atrapados por un montón de vegetación con pinchos. Evidentemente, nadie quería dar la vuelta, por lo que nos hemos quedado un rato parados. En este dibujo (un poco esquemático, lo sé) se explica bastante bien la ruta que hemos tomado:El punto rojo es e lugar en el que nos hemos quedado pensando qué hacer, y lo gris una zona donde se puede vadear el riachuelo.
E caso es que estábamos ahí quietos (mi hermano no, parece que sus pies querían irse hacia las zarzas), hasta que a mí se me ha ocurrido coger un pañuelo de papel usado, y poder apartar así las ramas. De este modo yo he conseguido salir (los demás no, no querían usar mi pañuelo de papel de doble uso usado), y poco a poco hemos conseguido llegar hasta arriba (ellos se han valido de una chaqueta).
Al llegar a la casa, hemos comido, jugado un poco, y entregado regalos. También hemos usado otra cosa que se empeñó en comprar mi hermano, unos tubos que lanzan confeti. Teníamos dos pequeños, uno de 40 cm y otro, bestial, de 80 cm. Funcionan con aire comprimido, y con decir que me han hecho pitar los oídos durante cosi un minuto, es suficiente…
Después, hemos ido a dar otra vuelta pero por otro camino, pero de repente he notado un cric, y se me ha soltado un bracket. Se me soltó otro hace unos días, pero como mañana voy a ir al dentista a que me pongan la parte de abajo, no fui para que me lo arreglase. Como el suelto de hace 5 días y el suelto de hoy estaban juntos, y eran los últimos de la fila, se me han caído. Vamos, que tenía dos brackets en la mano y un alambre de algo más de 3 cm. en la boca.
Por suerte (para mí), una amiga de mis padres que estaba allí es dentista, y me parece que ha hecho algo que no repetirá demasiado…
Al principio, me ha dicho que no pasaba nada, pero que me haría unas heridas enormes (obvio). Entonces me ha llevado a dentro de la casa, me ha sentado en el sofá, y ha intentado cortar el alambre (inútilmente) con unas tijeras de cocina. Ha estado pensando, y ha vuelto con unas tijeras de podar de 30 cm. No es muy agradable tener semejante instrumento en la boca, pero ha conseguido dejármelo perfecto, para que mañana me lo arreglen sin ningún problema. Luego ha terminado de unir el extremo de alambre con el bracket del extremo, y fiesta.
Un rato después, nos hemos ido a dar otra vuelta, y cuando estábamos volviendo, ha aparecido uno de los mayores con una bata blanca, una máscara de muerte, un puñal de plástico y una maza de madera (ésta no era de broma, la había cogido del taller…). La niña pequeña que iba con nosotros ha empezado a llorar, y entonces se ha acercado y le ha dicho que era una persona normal. Yo, sigilosamente, le he dado una bomba fétida a un amigo para que la echase en el suelo, pero se le ha ocurrido algo mejor. Le ha pedido que se levantase la máscara, que se tapase los ojos y que confiase en él. Un segundo después, tenía un paquetito a punto de estallar en el pecho, dentro de la camisa. Ha estallado la bolsita interior (son unos sobres con polvos y un sobrecito lleno de algún ácido, que cuando se revienta reacciona y hace estallar el sobre, provocando un olor bastante malo), y de repente han aparecido unas manchas de líquido en su bata. Hemos huido corriendo, y al llegar nos han preguntado que dónde estaba el “fantasma”. Un minuto después, llegaba sudando como un pollo y apestando a algo extraño…
Al volver, he conseguido darle a alguien un caramelo, que al principio saben ricos, pero que al llegar al centro dejan un sabor de boca asqueroso. También hemos hecho el mandrias con un cigarro, espantando a alguna que otra ancianita que iba por la calle, pero eso no ha sido nada comparado con ver a alguien de unos 40 años, con bata blaanca de monje y oliendo a una sustancia difícil de identificar…