Ayer fui a la Expo con mi tía y mis primos. Vimos unos cuantos pabellones (aunque por la mañana no tantos; estuvimos dos horas y media esperando para entrar al de Alemania), por la tarde más, compré un rompecabezas de madera en Mongolia… Vamos, que recomiendo ir a la Expo.
Pero por la noche, a las 23:15 (también 21:15 y 01:15), fuimos a ver el espectáculo de “El hombre vertiente” (si tienes intención de ir a verlo, mejor no leas el resumen). Tras media hora de espera en unas filas enormes, pasamos a un pabellón enorme, con un escenario y un gas que lo iba llenando todo lentamente. Esperamos un poco, y comenzó el espectáculo (las suposiciones que hago sobre cada cosa puede que sean incorrectas, pero a mí me parece que tienen sentido). Primero aparece el hombre vertiente, una persona con traje que decía que se encargaba de transportar el agua a ríos, lagos… (como si fuera el ciclo del agua). De repente, él empieza a volar por el escenario (con una cuerda que le sujetaba, evidentemente) y después para, para dejar ver a cuatro hombres que hay detrás del escenario (que representan a la humanidad). Mientras los hombres también “vuelan” por el escenario, el hombre vertiente comienza a tener heridas por las que se le sale el agua. Los cuatro hombres empiezan a lanzar agua y a pelearse entre ellos (todo junto con música de chumba-chumba-chumba y luces epilépticas), mientras el hombre vertiente va debilitándose (vamos, que los hombres se matan los unos a los otros mientras disminuyen las reservas de agua de la tierra). Poco a poco, el hombre vertiente va muriendo, hasta que la Tierra se queda sin agua. Es espectacular. En la segunda parte, aparece un hombre arrastrándose por el desierto (que en realidad es una imitación excepcional de una vista de pájaro), junto con unos lagartos. El hombre acaba muriendo, y los lagartos (que resistirán más sin agua) se lo comen. En la tercera, una especie de “duendecillos” (eso sí que no lo he sabido comprender), hacen crecer pólipos, o sea, volver a crear la vida en el mundo, con lo que el hombre vertiente resucita.
Es impresionante, una actuación buenísima. La mejor, la primera parte. Aunque, como el Iceberg, algo extraña y siniestra.
No, no me refiero al animal de género Capra, sino a un Citroen 2 caballos.
Ayer fuimos a casa de unos amigos en La Peña, cerca de los Mallos de Riglos (nos lo pasamos bien, comimos hasta reventar, fuimos en bici, cogimos moras…). Ellos tenían un Citroen 2CV amarillo, descapotable y un poco destartalado, parecido a este: Puede parecer un coche malo, pero es impresionante la velocidad que alcanza en las montañas (de ahí su nombre, la cabra). Fuimos de excursión hasta un castillo (bastante cercano), e íbamos de pie, con medio cuerpo fuera y comiéndonos bichos (espero que los haya escupido todos). Vamos, un coche muy bueno. Hombre, hubo que empujarlo un poco en una subida, pero poco más.
No, no se me había olvidado la mitad del título de la entrada: como ya he dicho, fuimos a un castillo. A mí me empezaba a sonar un poco lo que veíamos: una ermita derruida, el castillo abandonado… Creí que ya había estado allí, hace unos cuantos meses (O puede que fuese un Dejà Vu). Fuimos hacia el castillo, y detrás vi algo que me confirmó: una lápida grabada en el suelo de puedra, de 1813, en la que se me cayó un trozo de tortilla de patata.
Creo que esto demuestra que se aprende más con Lego que en clase de Tecnología…
Aclaración: necesitaría más piezas para construir un cuadrúpedo estable; lo máximo que he conseguido hacer con “Jumper Lion” es que de tres pasos seguidos. Vamos, que lo que sale en el vídeo es un cuadrúpedo con el movimiento de las patas alterado. Pero funciona, que es lo importante.