Dios y el Destino
Aunque el nombre de la entrada pueda parecer el título de un libro de autoayuda, en realidad trata de una idea que he tenido después de una clase de Ética en la que hemos estado hablando sobre el Destino. Para los que no lo sepan, el destino es una fuerza que guía las acciones de todo. Controla el movimiento de cada átomo, y provoca todo lo que ha ocurrido, está ocurriendo o va a ocurrir, como el color de nuestro pelo o la persona que matamos el martes pasado.
Su opuesto es el Libre albedrío, cuya idea principal consiste en que nosotros dictamos nuestro futuro: podemos elegir, no hay nadie ni nada que nos obliga a actuar como lo hacemos.
Personalmente, creo que no hay ninguna manera de saber cuál de esas dos opciones es la correcta. Puedes decantarte por una o por la otra, a efectos prácticos va a ser lo mismo Lo que sí se puede hacer es comparar dos teorías, que aparentemente no tengan nada que ver. Supongamos que alguien cree en el Destino y es cristiano (pongo esta religión porque es la que mejor conozco. Supongo que también vale para otras cuya deidad sea credora). Comencemos por la parte religiosa.
Dios, según la Biblia, “creó los cielos y la tierra”. Por tanto, antes sólo estaba Dios.
La teoría del Destino dice que todo está predestinado (valga la redundancia). Por tanto, el destino estaba antes que Dios, y por tanto Dios no fue lo primero. Y, por tanto, sacrilegio.
Se puede pensar que Dios creó el Destino, pero entonces se encuentra el problema de que no es Dios quien hizo todo lo que ha ocurrido en la Tierra, milagros incluidos. Sería el Destino el que lo provocó todo, y no Dios.
Y, entonces, queda el interrogante de cómo se rige lo que hay fuera del Universo: si por libre albedrío o por destino. Es decir, por qué obraría Dios de ese modo.
Por tanto, tenemos dos opciones: por un lado, Dios y libre albedrío, y por otro el destino más solo que la una.
Supongo que habrá que pulirlo un poco, pero habría sido una buena manera de acusar de herejía a la gente durante la Inquisición.