Vuelta al cole
Después de casi tres meses de verano, toca volver a la normalidad. Habrá que aprovechar los dos días que quedan.
Después de casi tres meses de verano, toca volver a la normalidad. Habrá que aprovechar los dos días que quedan.
Y ya termino… Sniff…
Día 23: por la mañana vimos en clase “Vicky Cristina Barcelona”, una película cuya única finalidad es atraer turistas a España. Era peculiar verla en inglés: Javier Bardem incluso decía en un momento “Err… Cómo se decía…” hablando con las neoyorquinas. La película da una imagen de España de atardeceres bonitos, de que todo el mundo está a todas horas con la guitarra y el jamón… Al menos, no tenía demasiada trama.
Por la tarde fuimos con el grupo de Tomás a la feria de Bray, un pueblo cercano. No terminé de entender porqué, pero había dos bandos de irlandeses: los que decían que Bray era maravilloso, y los que lo odiaban a muerte. No había punto medio.
Sólo nos pudimos montar en un par de atracciones, porque al poco empezó a llover.
Por la tarde fui a la “disco” de Gorey, la última.
Aprovechamos para hacer fotos (estuvimos más tiempo haciendo fotos que dentro de la sala en sí), y al poco volvimos a Wicklow.
Día 24: por la mañana fui a clase, por última vez. Hicimos unos test, para ver cuánto habíamos aprendido durante las tres semanas. ¡Gané a todos con un 96% de aciertos!
Después, estuvimos jugando a juegos de palabras, esperando a la hora de comer. Por la tarde fuimos con los de Gorey y Wexford a un club de tiro con arco, como despedida. Para merendar montaron una barbacoa de hamburguesas y perritos calientes, por lo que se montó un follón enorme (a mí se me colaron 3 veces).
También vi a Myra, mi profesora del año pasado.
Después, Fergus nos dejó en nuestras casas (taxi gratuito por ser el último día, como dijo él). Nos regaló una foto del grupo, y ya nos despedimos de él.
Por la tarde nos fuimos todos los españoles al malecón, a pegarnos un baño. Curiosamente, el agua no me pareció tan fría como la última vez.
Cuando llegué a casa, pasé las últimas horas con Eileen y Paul. Me regalaron otra botella de blackcurrant, y un libro, “The Sorceress” (es el tercero de la saga de “The Secrets of the immortal Nicholas Flamel”. Están muy bien, son relativamente fáciles de leer.
Día 25: me levanté temprano, para terminar de recogerlo todo. A las 10, me llevaron al aparcamiento de autobuses. Esa tarde jugaba Wicklow un partido de fútbol gaélico, así que me encasquetaron una banderita del condado en la mochila. Hacía juego con la mía de Irlanda. Allí me despedí de mi familia, de los vecinos, de algún profesor… y me monté en el autobús. Adiós, Wicklow.
Una hora más tarde estábamos en el aeropuerto de Dublín. Estuve un rato con Tomás dando vueltas, hasta que encontré a una señora que me dejó sus últimos 4 minutos de conexión a Internet en uno de esos ordenadores de precios abusivos (yo no se lo pedí, ella ya había terminado).
Al poco embarcamos, y dejamos Dublín. Adiós, Irlanda.
Y al llegar a casa, mi madre había hecho una tortilla de patatas de verdad.
Después de 11 meses, visitas cada dos semanas al dentista, brackets rotos y molestias varias, vuelvo a ser humano, y no un Terminator.
Día 11: me desperté temprano para ir a Wexford, una ciudad cercana. Nada más coger el autobús, se puso a llover, y no paró hasta el día siguiente.
Primero fuimos al National Heritage Park, un parque con recreaciones de la vida de los antiguos pobladores de Irlanda: celtas, vikingos… Era interesante, aunque estaba bastante saturado.
Día 12: me desperté más tarde, aunque fue por el ruido: se estaba celebrando un festival de música en el pueblo. Me di un paseo, y volví a casa para comer a las 12. Tocó irish food: jamón cocido con col, patatas y salsa. Después, estuve leyendo durante un rato, hasta que me vino a buscar el vecino a eso de las cinco. Estuvimos caminando por la tarde alrededor del pueblo, viendo la gente que tocaba música celta. Por la noche, me terminé el primer libro que me había llevado, “Pompeya”. Muy bueno.
Día 14: el profesor nos llamó por la mañana para decirnos que nos llevásemos dinero, ya que íbamos a ir al DunDrum, un centro comercial de Dublín (de los mayores de Europa). Mi grupo estuvo mirando todo el rato ropas de tiendas, así que me di la vuelta en cuanto entraron a Bershka (¡lo he escrito bien sin mirar!). Me di una vuelta, y localicé las librerías, tiendas de juguetes y demás sitios interesantes. Había una tienda de Sony, en la que vendían una televisión de 70 pulgadas por la friolera de 40.000€. No sé por qué, pero el encargado me miró un poco mal cuando empecé a hacer fotos a todo.
En una tienda de juguetes me compré el set de Lego 8293 por 35€ (acordaos bien de esto, que más tarde volveré a nombrarlo):En una librería a la que fui con Tomás (Eason, muy buena) encontré “The magician”, la continuación de “The alchemyst”, un libro que me compré en Washington el año pasado.
En un sitio similar a Fnac encontré el cómic de Watchmen por 16€ (tapa blanda, pero merecía la pena), y me propuse leérmelo. Anoche lo terminé, y me ha parecido una obra maestra.
Día 8: por la mañana, además de hacer algunos ejercicios, vimos un vídeo de fútbol gaélico (una mezcla de fútbol, balonmano y rugby). Después, pude conectarme a Internet un poco con el ordenador del profesor; tenía bastantes correos para tan pocos días.
Por la tarde fuimos a caminar un rato a “Devil’s Glenn”, un parque, para ver una cascada. Cómo no, todo era verde. Incluso el agua tenía un color verdoso.
Por la tarde me volví a ir con los españoles, aunque nos fuimos pronto porque se acercaron unos irlandeses que parecían demasiado contentos. Además, una profesora nos había metido miedo con lo del “día del españolito”, el 21 de Julio, en el que supuestamente pegan a los españoles.
Día 9: me desperté pronto porque a uno de los gatitos le apetecía mi dedo gordo del pie. Fui a clase (ejercicios de preposiciones) y por la tarde jugamos un partido de fútbol contra los franceses. Bueno, no todos. Yo estaba de suplente, junto con otras 4 ó 5 personas. Después de cenar me quedé leyendo un rato en el jardín, hasta que me fui a coger el autobús que nos llevaba a la “disco”.
Estaba montada por la organización, y era en un hotel de 4 estrellas. Fuimos los de Wicklow, los de Gorey y dos o tres grupos de franceses. Yo no entiendo de eso, pero al parecer el DJ era muy malo. Incluso había más ambiente fuera que dentro. Yo estuve casi todo el rato en el hall, junto con otros españoles.
Ya en Wicklow, me fui a la cama a eso de las doce, pero no me pude dormir porque Rita, mi host mother del año pasado, me llamó para preguntarme qué día podíamos vernos.
Estaba yo aburrido en el autobús, cuando me fijé en que había ¡cámaras de vigilancia! En total 6, a lo largo de todo el techo:
Día 10: en clase vimos “Atrápame si puedes”, una película muy buena sobre fraudes y falsificaciones. Por la tarde nos fuimos a la bolera, y perdí. Demasiado tiempo sin jugar.
Por la tarde estuve leyendo, ya que estaba lloviendo. Me fui a dormir pronto, pues al día siguiente tenía que madrugar.
Veamos: ya estoy en casa, hoy he pasado el día en el chalet, he sufrido el calor español, y me he preparado para la vuelta al sedentarismo. Y ahora me toca intentar salvar al blog, que empieza a marchitarse.
Comida: en Irlanda se desayuna como en España: cereales, leche o tostadas. La comida es a eso de las 12:30-13:00, y consiste únicamente en uno o dos sándwiches, una bolsa de patatas (crisps), una pieza de fruta y alguna chocolatina.
La cena oscila entre 17:00 y 18:30. Esta es la comida fuerte del día, algo bastante extraño para el cuerpo durante los primeros días. Siempre hay patatas. Nunca faltan: ya sea en forma de puré (mashed potatoes), fritas (french fries) o baked potatoes, siempre aparecen. También hay algo de carne, a veces dentro de empanadas (yo entendí algo así como pastry. Sin embargo, eso es repostería en general). El pescado, a pesar de que Irlanda es una isla, es muy caro, por lo que poca gente toma. Yo, sin ir más lejos, sólo un día cené fish and chips.
También hay Baked Beans, de las de Mr. Bean. Y varias veces me pusieron guisantes, pero mucho más grandes que los de España.
En mi casa no tomaban mucha fruta (como mucho, plátano), así que no puedo opinar sobre ello.
En cuanto a los dulces… hay barritas de todo tipo: chocolate, caramelo, naranja, frutas, muesli… en cualquier tienda hay un mostrador repleto de más de 30 tipos de chocolatinas.
Y no se puede olvidar al blackcurrant, o zumo de grosella negra. Me gusta tanto que este año me he traído 4 litros.
Paseando por el pueblo, me encontré una curiosa tienda en la que vendían placas funerarias y papel higiénico. Sí, sólo eso. Los angelotes encima de rollos de olor a melocotón.
El caso es que me llamó la atención este producto en concreto: