Irlanda: parte 6
Si te apetece (y si no, también), puedes leer los 5 anteriores capítulos:
Día 20: me desperté “prontito”, a las 3:30 a.m. Quería haberlo hecho el día anterior, pero me dormí. Me vestí, cogí la cámara de fotos y salí fuera a hacer fotos al amanecer. Como todavía era bastante pronto, no se veía casi nada, así que me metí dentro de casa porque fuera hacía fresco. Curiosamente, mi host-hermano mayor (el raro) estaba viendo la tele (¿a las 4 de la mañana?), antes no le había visto porque se estaba haciendo unas alitas de pollo en la cocina. De repente saltó del sofá y dijo, como si fuera lo más normal del mundo, “Hi”. Y siguió viendo la tele. Al cabo de un rato le oí subirse a su cuarto a jugar a GTA IV, así que pude meterme en el salón y mirar desde la ventana cómo progresaba el amanecer. De vez en cuando salía fuera a hacer un par de fotos, que quedaban bastante chulas. A partir de las 4:30 las fotos comenzaron a mejorar por la luz; las anteriores salieron bastante oscuras.
Un poco después, se encendieron las luces de la casa de los vecinos, porque se tenía que ir la francesa. Al parecer, Michelle, la vecina, estuvo tres días comentando por ahí lo de mis fotos.
Justo cuando el sol estaba a punto de salir, se despertaron los dos doberman de la casa de enfrente, y vinieron hacia mí ladrando. No me quedó más remedio que esperar en casa 5 minutos a que se fueran. Cuando salí, el sol ya había subido un buen tramo, así que me quedé sin la foto que quería, pero conseguí esta:
Me levanté a las 9, me preparé y me fui a clase. Cuando llevábamos una hora fuimos a Glendalough (que en gaélico significa “Valle de los dos lagos”), un parque natural. Llegamos a eso de las 12, y lo primero que hicimos fue visitar las ruinas del antiguo monasterio (S. VI). Había una curiosa edificación, con forma cilíndrica, en la que los monjes se refugiaban y ocultaban sus tesoros cuando eran atacados. La puerta estaba a 3 metros de alto, así que cuando estaban todos dentro, tiraban la escalera.
Irlanda es bastante llana (el pueblo más alto creo que estaba a unos 400 m de altura), así que no hay desniveles especialmente grandes, lo que hacen de ella (especialmente de Wicklow) un buen lugar para hacer senderismo.
Cuando volvimos al lago inferior, nos tomamos un helado. Allí todos los helados son de máquina. Se llaman “99″, nadie sabe porqué (yo creo que es porque antes costaban 99 céntimos, todo puede ser), y suelen ser de nata. Además, se le suele poner un… ¿flake? una especie de chocolatina con forma de prisma, de base cuadrada y unos 6-7 centímetros de altura. Está hecho de finas láminas de chocolate, enrolladas dejando aire entre medio. Es bastante curioso.
Por la tarde me dijo Eileen que su hija había pasado por casa y se había dejado el portátil, pero que no lo recogería hasta dentro de dos días. El problemilla era que ni ella se sabía la contraseña, ni había cable para cargarlo. Aun así, me subí a mi cuarto, cogí el disco de Ubuntu (al final, fue una buena idea), lo metí, y estuve navegando un rato (lo curioso es que ni tenían teléfono, porque estaba roto, ni ordenador, pero tenían contratada la línea de teléfono y de ADSL). Incluso escribí una entrada, pero no me dio tiempo a terminarla, la batería se acabó antes. El disco se quedó dentro, no pude encontrar ni un solo clip en toda la casa.
Más tarde fui a los cañones, pero volví pronto porque tenía bastante sueño.
Día 21: me levanté bastante tarde debido a motivos evidentes.
En clase hicimos algunos ejercicios, y como estaba diluviando, tuvimos que quedarnos en casa. Fuimos a Xtra-Vision, el videoclub (allí todavía quedan. Y no les va nada mal) a alquilar una peli. Después de un rato discutiendo, nos llevamos “El curioso caso de Benjamin Button”. Error. El marco de la historia lo contaba una moribunda. No me enteré de nada. Aunque la película parecía estar bastante bien.
Después de cenar estuve leyendo Watchmen, y más tarde me fui con los españoles y el último grupo de franceses.
Día 22: en teoría, íbamos a ir a un sitio tipo Quasar Elite, pero Fergus recibió una llamada y tuvo que ir a Dublín. Para hacer algo, reservó por Internet 4 entradas para ir a ver Harry Potter 6. Volvimos al Dun-Drum, el centro comercial, y mientras esperábamos a que fuese la hora de ir al cine, estuvimos dando vueltas. Los demás estaban mirando tiendas de ropa, así que yo fui a mi bola. Volví a la tienda en la que había comprado el Lego hacía unos días, y de repente veo “Lego sets: 50%”. Entré mosqueado, y vi que el Lego por el que había pagado 35€ ahora valía 15. Eso sí que es tener mala suerte.
Llegó la hora de reunirse, y nos fuimos al cine. La verdad es que es bastante caro, 7€ por entrada.
La película era decente, pero estaba demasiado comprimida. Aun con todo, duraba más de dos horas. Además, la película es muy oscura: no hay ninguna escena en la que puedas mirar la hora en el reloj sin encender la lucecita.
Cuando terminó, uno del grupo se fue a tomar una hamburguesa al McDonalds, y yo aproveché para volver a la tienda a poner en práctica el plan que me había tenido pensando la mitad de la película.
Encontré al dependiente que me atendió la vez anterior, y le pregunté si los Legos estaban ahora mucho más baratos que cuando los compré yo. Me dijo que sí, que lo sentía. Luego le pregunté si el mío en concreto estaba también rebajado, y me dijo que sí. Así que le dije que suponíamos que yo le devolvía mi Lego, de 35€, y yo compraba 2 iguales con ese dinero. No lo terminó de entender, así que se lo volví a explicar. Cuando lo pilló, me dijo que si traía mi Lego, lo hacía. Yo entonces le dije que me iba al día siguiente (lo cual no era del todo cierto), así que le dije si podía ser ahora. Se lo pensó un momento, fue a la caja, y volvió con mi Lego.
Así que me fui de la tienda con un Lego que normalmente cuesta 35€ sin pagar nada.
Cuando se lo dije a Fergus, se asustó bastante, ya que creía que lo había robado. Por suerte, él sí que me entendió a la primera.
Cuando estábamos volviendo a Wicklow, me llamó Rita, la señora con la que estuve el año pasado. Resulta que estaba yendo con Kevin, el vecino, a Wicklow a visitarme.
Una hora más tarde estaba ya con ellos, y nos fuimos a pasear por Wicklow. Cenamos una hamburguesa (en el único restaurante propiamente dicho de Wicklow), y luego tomamos un helado (un 99). A las ocho, nos despedimos ellos se fueron, no sin darme Kevin un peluche que estaba dando vueltas por su coche.