jun 4 2012

Los robots de Leonardo

Mario Taddei - Ed. Tikal

Hace unos cuantos años me regalaron un libro que aprecio mucho, “Las máquinas de Leonardo”. En él se detallan con minuciosidad diversos ingenios y mecanismos que se encuentran en los códices que nos legó Leonardo da Vinci. Pues bien, en un El Semanal del 2008 me encontré con un artículo que trataba sobre las últimas investigaciones realizadas por los autores de “Las máquinas de Leonardo”, que habían recogido en otro libro llamado “Los robots de Leonardo”. Entre que el reportaje me pareció muy interesante, que ya conocía a los autores y que se trataba de da Vinci os podréis imaginar que me entraron bastantes ganas de hacerme con el libro en cuestión. Después de 4 años buscándolo por librerías, me lo encontré hace unos meses en la Biblioteca de Aragón, y finalmente ya lo tengo en casa. Y no me está defraudando para nada.

Completamente automático. Tenía que impresionar lo suyo...

En él el grupo de Leonardo3 recoge diversos diseños mecánicos que forman la base de algunos hipotéticos robots que habría diseñado el genio florentino. Además de estar ilustrado con unos renders en 3D bastante espectaculares, hay fotos del montaje llevado a cabo por los autores en su taller, empleando únicamente los materiales disponibles en la época. Todavía no lo he terminado de leer, ya que estoy avanzando y retrocediendo deteniéndome sólo en lo que me interesa, pero si os gustan estos temas no podéis dejar de leerlo. Claro que antes tendréis que encontrarlo, espero que os cueste menos que a mí.


nov 14 2010

Nova

Ayer tuve que escribir para Filosofía cómo sería mi utopía, es decir, mi mundo ideal. Me habría gustado extenderme más, y explicar más cosas (quizá una distopía), pero tenía espacio limitado. He aquí Nova:

Nova

Era domingo y, como todos los domingos, tenía que ir fuera de la ciudad para la sesión de apreciación. Desde la fundación de Nova se venía haciendo esta actividad una vez a la semana, que era obligatoria para todos los humanos del Cúmulo.

Cuando me levanté de la cama, mi asistente personal ya estaba en la puerta, esperándome con mi ropa y una taza de café modificado genéticamente. Sin duda alguna, los avances de la Genética habían hecho mucho por el bienestar del Cúmulo. Aunque también podíamos ingerir píldoras con los nutrientes necesarios para todo un día, algo muy práctico, yo prefería degustar la comida.

Como todas las mañanas, la prenda que me traía mi sirviente era la misma: una toga a la antigua usanza transparente en su totalidad, pero que, cuando se llevaba puesta, cambiaba su color y su diseño en función del tiempo, de la hora del día, de mis emociones… Hoy tenía un agradable color verde.

Estaba cepillándome los dientes cuando se apagaron todas las luces de la casa. Vaya, llegaba algo tarde a la sesión de apreciación.

Estas sesiones nacieron como uno de los pilares fundamentales de la Tercera Era: hacia finales del S. XXII, y por tanto de la Segunda Era, la gente estaba tan acostumbrada a los adelantos tecnológicos que los llegaron a considerar parte de la Naturaleza. Para poder valorar en toda su grandeza la tecnología que había hecho posibles sueños como la inmortalidad, y la propia Nova, se procedió a la creación de estas sesiones: una vez cada siete días se vivía en medio del entorno natural, sin herramienta artificial alguna, emulando a los antiguos pobladores del planeta.

Era una obligación algo molesta, pero necesaria para que no ocurriera otra catástrofe como la que marcó el fin de la Segunda Era: la Humanidad vivía cómodamente con unos avances jamás vistos, y todos confiaban tanto en las máquinas que, cuando ocurrió el Incidente (todavía no está claro si fue una explosión nuclear, un corte del suministro eléctrico o una fatal guerra), la mayoría de personas se vieron obligadas a depender de sí mismas, de unos instintos que apenas habían ejercitado.

Así pues, gran parte de la Humanidad pereció en tan sólo unos meses, y habría fenecido por completo de no hacer sido por un grupo de científicos y pensadores que, temiendo alguna catástrofe, almacenaron todo el saber humano en una colonia que fundaron secretamente bajo tierra, y cuando las suecuelas del Incidente disminuyeron, volvieron a salir y repoblaron la faz de la Tierra, construyendo una sociedad en la que nadie estaba por encima de los demás: todo el trabajo manual lo realizaban los robots, que se encargaban de tareas como la agricultura, la minería o la construcción (tareas a las que antes se dedicaban muchas vidas humanas, llegando incluso a la esclavitud), suprimiendo para siempre el trabajo como algo obligatorio y permitiendo a los ciudadanos dedicarse única y exclusivamente a sus aficiones: Artes, Ciencias, Artesanía… pero no estando obligados por nadie a hacer nada que no desearan.

Aunque en los comienzos de la Nueva Era (Nova fue la primera ciudad en ser construida) fueron los fundadores los que dirigieron la sociedad, pronto se pasó a un sistema que garantizaba la igualdad y la distribución equitativa del poder: el Consejo. Todos los días era necesario acceder a una red informática en la que todos los habitantes de la Tierra y , posteriormente, del Cúmulo, daban su opinión e ideas sobre los diversos temas que incumbían a toda la población. Esto se basaba, fundamentalmente, en que todo el mundo tenía una educación realmente sobresaliente, obtenida gracias a programas de estimulación mental.

¿La justicia? La mayoría de los ciudadanos jamás habían cometido falta alguna, pero las pocas que había, normalmente debidas a malentendidos, eran resueltas justamente en el Consejo.

Nosotros, en Nova, también dependíamos mucho de las máquinas, pero sabiamente: sabíamos lo que podían hacer, y hasta dónde podíamos llegar. Por otra parte, habíamos logrado crear una sociedad en la que no había guerras, pues todo el mundo tenía lo que quería sólo con desearlo. Además, problemas como la muerte ya estaban totalmente erradicados: tales eran nuestros avances que la única preocupación, lo único que no teníamos controlado, era el hecho de que quizá existiesen otras civilizaciones más allá de los planetas del Cúmulo… Pero eso ya es otra historia.