Irlanda: parte 7
Y ya termino… Sniff…
Día 23: por la mañana vimos en clase “Vicky Cristina Barcelona”, una película cuya única finalidad es atraer turistas a España. Era peculiar verla en inglés: Javier Bardem incluso decía en un momento “Err… Cómo se decía…” hablando con las neoyorquinas. La película da una imagen de España de atardeceres bonitos, de que todo el mundo está a todas horas con la guitarra y el jamón… Al menos, no tenía demasiada trama.
Por la tarde fuimos con el grupo de Tomás a la feria de Bray, un pueblo cercano. No terminé de entender porqué, pero había dos bandos de irlandeses: los que decían que Bray era maravilloso, y los que lo odiaban a muerte. No había punto medio.
Sólo nos pudimos montar en un par de atracciones, porque al poco empezó a llover.
Por la tarde fui a la “disco” de Gorey, la última.
Aprovechamos para hacer fotos (estuvimos más tiempo haciendo fotos que dentro de la sala en sí), y al poco volvimos a Wicklow.
Día 24: por la mañana fui a clase, por última vez. Hicimos unos test, para ver cuánto habíamos aprendido durante las tres semanas. ¡Gané a todos con un 96% de aciertos!
Después, estuvimos jugando a juegos de palabras, esperando a la hora de comer. Por la tarde fuimos con los de Gorey y Wexford a un club de tiro con arco, como despedida. Para merendar montaron una barbacoa de hamburguesas y perritos calientes, por lo que se montó un follón enorme (a mí se me colaron 3 veces).
También vi a Myra, mi profesora del año pasado.
Después, Fergus nos dejó en nuestras casas (taxi gratuito por ser el último día, como dijo él). Nos regaló una foto del grupo, y ya nos despedimos de él.
Por la tarde nos fuimos todos los españoles al malecón, a pegarnos un baño. Curiosamente, el agua no me pareció tan fría como la última vez.
Cuando llegué a casa, pasé las últimas horas con Eileen y Paul. Me regalaron otra botella de blackcurrant, y un libro, “The Sorceress” (es el tercero de la saga de “The Secrets of the immortal Nicholas Flamel”. Están muy bien, son relativamente fáciles de leer.
Día 25: me levanté temprano, para terminar de recogerlo todo. A las 10, me llevaron al aparcamiento de autobuses. Esa tarde jugaba Wicklow un partido de fútbol gaélico, así que me encasquetaron una banderita del condado en la mochila. Hacía juego con la mía de Irlanda. Allí me despedí de mi familia, de los vecinos, de algún profesor… y me monté en el autobús. Adiós, Wicklow.
Una hora más tarde estábamos en el aeropuerto de Dublín. Estuve un rato con Tomás dando vueltas, hasta que encontré a una señora que me dejó sus últimos 4 minutos de conexión a Internet en uno de esos ordenadores de precios abusivos (yo no se lo pedí, ella ya había terminado).
Al poco embarcamos, y dejamos Dublín. Adiós, Irlanda.
Y al llegar a casa, mi madre había hecho una tortilla de patatas de verdad.
Hoy he empezado a entrenar
y ya tengo ganas de terminar.
Me parece que el Wii Fit no ha sido suficiente preparación para lo que he hecho esta tarde. Y eso que me habían dicho que “sólo vamos a hablar un poco”.
Además, parece que los horarios se mezclan un poco con los de la academia de inglés, y yo no pienso dejar de ir.
Y esto sólo es el principio.
Irlanda: parte 6
Si te apetece (y si no, también), puedes leer los 5 anteriores capítulos:
Día 20: me desperté “prontito”, a las 3:30 a.m. Quería haberlo hecho el día anterior, pero me dormí. Me vestí, cogí la cámara de fotos y salí fuera a hacer fotos al amanecer. Como todavía era bastante pronto, no se veía casi nada, así que me metí dentro de casa porque fuera hacía fresco. Curiosamente, mi host-hermano mayor (el raro) estaba viendo la tele (¿a las 4 de la mañana?), antes no le había visto porque se estaba haciendo unas alitas de pollo en la cocina. De repente saltó del sofá y dijo, como si fuera lo más normal del mundo, “Hi”. Y siguió viendo la tele. Al cabo de un rato le oí subirse a su cuarto a jugar a GTA IV, así que pude meterme en el salón y mirar desde la ventana cómo progresaba el amanecer. De vez en cuando salía fuera a hacer un par de fotos, que quedaban bastante chulas. A partir de las 4:30 las fotos comenzaron a mejorar por la luz; las anteriores salieron bastante oscuras.
Un poco después, se encendieron las luces de la casa de los vecinos, porque se tenía que ir la francesa. Al parecer, Michelle, la vecina, estuvo tres días comentando por ahí lo de mis fotos.
Justo cuando el sol estaba a punto de salir, se despertaron los dos doberman de la casa de enfrente, y vinieron hacia mí ladrando. No me quedó más remedio que esperar en casa 5 minutos a que se fueran. Cuando salí, el sol ya había subido un buen tramo, así que me quedé sin la foto que quería, pero conseguí esta:
Me levanté a las 9, me preparé y me fui a clase. Cuando llevábamos una hora fuimos a Glendalough (que en gaélico significa “Valle de los dos lagos”), un parque natural. Llegamos a eso de las 12, y lo primero que hicimos fue visitar las ruinas del antiguo monasterio (S. VI). Había una curiosa edificación, con forma cilíndrica, en la que los monjes se refugiaban y ocultaban sus tesoros cuando eran atacados. La puerta estaba a 3 metros de alto, así que cuando estaban todos dentro, tiraban la escalera.
Irlanda es bastante llana (el pueblo más alto creo que estaba a unos 400 m de altura), así que no hay desniveles especialmente grandes, lo que hacen de ella (especialmente de Wicklow) un buen lugar para hacer senderismo.
Cuando volvimos al lago inferior, nos tomamos un helado. Allí todos los helados son de máquina. Se llaman “99″, nadie sabe porqué (yo creo que es porque antes costaban 99 céntimos, todo puede ser), y suelen ser de nata. Además, se le suele poner un… ¿flake? una especie de chocolatina con forma de prisma, de base cuadrada y unos 6-7 centímetros de altura. Está hecho de finas láminas de chocolate, enrolladas dejando aire entre medio. Es bastante curioso.
Por la tarde me dijo Eileen que su hija había pasado por casa y se había dejado el portátil, pero que no lo recogería hasta dentro de dos días. El problemilla era que ni ella se sabía la contraseña, ni había cable para cargarlo. Aun así, me subí a mi cuarto, cogí el disco de Ubuntu (al final, fue una buena idea), lo metí, y estuve navegando un rato (lo curioso es que ni tenían teléfono, porque estaba roto, ni ordenador, pero tenían contratada la línea de teléfono y de ADSL). Incluso escribí una entrada, pero no me dio tiempo a terminarla, la batería se acabó antes. El disco se quedó dentro, no pude encontrar ni un solo clip en toda la casa.
Más tarde fui a los cañones, pero volví pronto porque tenía bastante sueño.
Día 21: me levanté bastante tarde debido a motivos evidentes.
En clase hicimos algunos ejercicios, y como estaba diluviando, tuvimos que quedarnos en casa. Fuimos a Xtra-Vision, el videoclub (allí todavía quedan. Y no les va nada mal) a alquilar una peli. Después de un rato discutiendo, nos llevamos “El curioso caso de Benjamin Button”. Error. El marco de la historia lo contaba una moribunda. No me enteré de nada. Aunque la película parecía estar bastante bien.
Después de cenar estuve leyendo Watchmen, y más tarde me fui con los españoles y el último grupo de franceses.
Día 22: en teoría, íbamos a ir a un sitio tipo Quasar Elite, pero Fergus recibió una llamada y tuvo que ir a Dublín. Para hacer algo, reservó por Internet 4 entradas para ir a ver Harry Potter 6. Volvimos al Dun-Drum, el centro comercial, y mientras esperábamos a que fuese la hora de ir al cine, estuvimos dando vueltas. Los demás estaban mirando tiendas de ropa, así que yo fui a mi bola. Volví a la tienda en la que había comprado el Lego hacía unos días, y de repente veo “Lego sets: 50%”. Entré mosqueado, y vi que el Lego por el que había pagado 35€ ahora valía 15. Eso sí que es tener mala suerte.
Llegó la hora de reunirse, y nos fuimos al cine. La verdad es que es bastante caro, 7€ por entrada.
La película era decente, pero estaba demasiado comprimida. Aun con todo, duraba más de dos horas. Además, la película es muy oscura: no hay ninguna escena en la que puedas mirar la hora en el reloj sin encender la lucecita.
Cuando terminó, uno del grupo se fue a tomar una hamburguesa al McDonalds, y yo aproveché para volver a la tienda a poner en práctica el plan que me había tenido pensando la mitad de la película.
Encontré al dependiente que me atendió la vez anterior, y le pregunté si los Legos estaban ahora mucho más baratos que cuando los compré yo. Me dijo que sí, que lo sentía. Luego le pregunté si el mío en concreto estaba también rebajado, y me dijo que sí. Así que le dije que suponíamos que yo le devolvía mi Lego, de 35€, y yo compraba 2 iguales con ese dinero. No lo terminó de entender, así que se lo volví a explicar. Cuando lo pilló, me dijo que si traía mi Lego, lo hacía. Yo entonces le dije que me iba al día siguiente (lo cual no era del todo cierto), así que le dije si podía ser ahora. Se lo pensó un momento, fue a la caja, y volvió con mi Lego.
Así que me fui de la tienda con un Lego que normalmente cuesta 35€ sin pagar nada.
Cuando se lo dije a Fergus, se asustó bastante, ya que creía que lo había robado. Por suerte, él sí que me entendió a la primera.
Cuando estábamos volviendo a Wicklow, me llamó Rita, la señora con la que estuve el año pasado. Resulta que estaba yendo con Kevin, el vecino, a Wicklow a visitarme.
Una hora más tarde estaba ya con ellos, y nos fuimos a pasear por Wicklow. Cenamos una hamburguesa (en el único restaurante propiamente dicho de Wicklow), y luego tomamos un helado (un 99). A las ocho, nos despedimos ellos se fueron, no sin darme Kevin un peluche que estaba dando vueltas por su coche.
¡Adiós, aparato!
Después de 11 meses, visitas cada dos semanas al dentista, brackets rotos y molestias varias, vuelvo a ser humano, y no un Terminator.
Irlanda: parte 5
Irregular: sólo así se puede definir el resumen de mi viaje a Irlanda.
Si no has leído las anteriores, ¿a qué esperas?
Día 18: como era Sábado, nos fuimos todos los españoles (y franceses) de Wicklow a Dublín. Una de las ventajas de Wicklow frente a Gorey es que está mucho más cerca de Dublín, así que no me tuve que levantar especialmente pronto para ir a coger el autobús.Lo primero que hicimos nada más llegar fue ir a Dublinia, un museo sobre los vikingos alojado en el antiguo palacio Episcopal (que estaba unido a la catedral por medio de un puente).
A mí me pareció bastante interesante, pero la mayoría del grupo no opinaba igual, así que, a pesar de poder haber pasado allí horas, lo vimos en 45 minutos escasos.
Está muy bien ambientado: hay un montón de figuras de cera que explican desde cómo vivían hasta la manera en que hacían sus necesidades. Me llamó la atención este cartel, que, evidentemente, es un Oopart. ¿Cómo podrán haber tenido esa visión de futuro a la hora de elegir sus apellidos? Otro misterio sin resolver:
Al terminar la visita, fuimos a la Christ Church Cathedral. No me gustó demasiado, tenía una tienda que ocupaba una buena parte de la nave izquierda y la mitad del transepto. Además, lo que vendían eran estupideces: joyas de supuesta plata, mapas de Irlanda, e incluso pares de “Calcetines Sagrados” (tengo tres fotos, pero a cual más borrosa. Puede que consiga sacar algo más tarde). Además, los arcos de la nave central estaban cubiertos de enormes pinturas de arte abstracto, como si quisieran separar la iglesia en partes. Me parece que se cargaron el interior, porque por fuera no era tan fea.
Poco a poco comencé a darme cuenta de que no entendía bien a la gente hablar inglés, si no que eran españoles hablando español. Más tarde, por el centro, me fijé en que había tiendas en las que sólo había españoles. Las calles estaban llenas de españoles. Supongo que tendrá algo que ver Ryanair y que la mayoría de los irlandeses estuviesen en Mallorca, porque era bastante curioso oír en el McDonalds un montón de improperios españoles. Los pocos lugareños que había miraban casi asustados. Estos españoles…
Después nos fuimos caminando al Trinity College, la famosa Universidad. Entraban ganas de aprender sólo de estar allí. No estuvimos mucho tiempo, ya que empezó a llover torrencialmente. Además, no pudimos entrar dentro porque estaba todo cerrado. Lo mío es mala suerte: el año pasado no pudimos entrar porque estaba Sarkozy en Dublín, así que cerraron muchos edificios emblemáticos. Entre ellos, la Universidad. Así que me quedo con ganas de ver la impresionante Biblioteca.
Aprovechando que estábamos allí, comimos bajo el templete de la foto. Amainó al poco, así que pudimos salir a gastar dinero en nuestro Shopping TIme. Yo sólo compré recuerdos, ya que me había comprado ya bastantes cosas en DunDrum.
En el centro de la ciudad, en O’Connell Street, se alza el imponente Spire, una estructura de 120 metros de alto. ¿Qué es? Un simple pincho:
Un poco más tarde fuimos a buscar a Fergus (mi profesor), para guiar al que quisiera al Temple Bar, el famoso barrio. Se llama así por un bar, el (curiosamente) Temple Bar:
Día 19: me desperté tarde, y como no tenía nada que hacer, me puse a leer Watchmen. AL poco, me fui a jugar a la Wii a casa de los vecinos, ya que los críos de la casa tenían el Mario Kart siempre a punto. Comimos tarde, a las 15:10 (¡horario español!). Después, leí un par de capítulos más (da para rato: el inglés americano de cómic es… interesante) y me fui con los españoles (pero hablábamos en inglés). Al final, acabamos con los franceses, ya que era su última tarde en Wicklow (llegaron antes, se fueron antes). Volví a casa a las 22:00, y me estuve un poco más fuera con mis vecinos españoles y mi vecina francesa. Cuando nuestras respectivas host-mothers nos llamaron, yo me fui a mi cuarto a ordenar la maleta, ya que tras dos semanas estaba hecha un desastre (también ayudaba el que no planchasen la ropa). Para hacerlo más fácil, puse los recuerdos en el alféizar: