Témeme, Chicago!
Pues eso, en la T4 me hallo. Y dentro de un rato os dejaré físicamente tranquilos
Pues eso, en la T4 me hallo. Y dentro de un rato os dejaré físicamente tranquilos
Ya que ha llegado el buen tiempo y el ángulo de incidencia de los rayos solares todavía no es muy pronunciado, me parece conveniente comentaros las muchas bondades de la útil afición de leer por la calle, así como daros algunas indicaciones para que aunéis lo mejor de vuestros paseos vespertinos con las obras más selectas en edición bolsillo.
Quizá hayáis intentado leer alguna vez mientras caminabais, o bien ya sois unos expertos en el tema y podéis recorrer kilómetros con El Quijote. O también podría ser que no os guste leer, en cuyo caso podéis entreteneros un rato aquí. En cualquier caso, no podéis negar que a una actividad tan saludable como lo es dar un un paseo de casa al trabajo le falta algo de emoción. En caso de que os guste ir mirando los escaparates, perfecto. Pero si conocéis de memoria la posición en la escala de Mohs de cada uno de los adoquines y podríais recorrer el trayecto con los ojos cerrados (habilidad muy útil para leer andando, todo hay que decirlo), o bien no os importan las últimas ofertas en patucos, ¡la lectura será vuestra nueva compañera de viaje!
Visto lo visto, seguro que ahora estáis deseando salir a la calle y devorar unos cuantos capítulos del primer folleto de supermercado que encontréis. Pero, ¡atención! Yo no he dicho que vaya a ser sencillo. De hecho, para ilustrar los peligros de este deporte, me pondré a mí mismo como ejemplo:
Comienzos de julio de 2004. El joven Juan iba tranquilamente al cumpleaños de su primo pequeño y, ya que el trayecto era aburrido, caminaba leyendo un libro. Sin embargo, todavía no había desarrollado la capacidad de leer andando sin chocarse. La consecuencia más visible de este hecho fue un chichón en su frente. La que menos, una ligera inclinación de un semáforo.
Evidentemente, si por aquel entonces hubiese dominado la técnica, mi volumen craneal no habría aumentado tan repentinamente. Por eso, pongo a disposición de todos los pequeños Juanes que hay por el mundo una serie de consejos que harán de la lectura en peregrinación una práctica menos peregrina.
Y ahora que os he aleccionado convenientemente, esperad a que descienda el Sol y quemad unas cuantas neuronas y calorías con vuestra nueva habilidad adquirida (no hablemos ya de la imagen de persona interesante que infundiréis en el barrio), que el verano está próximo y no viene mal perder un poco de masa. Cerebral.
Tampoco es que esté siendo muy larga, pero la verdad es que me está resultando algo incómoda por las molestias de la cara.
Tras la operación, me eché una siesta y me desperté con los efectos de la anestesia. Sentía toda la cara como un trapo, y únicamente podía intuir que tenía dientes. Aunque era una sensación bastante inquietante (¿alguna vez os han dormido la boca en el dentista? Pues esto era más fuerte y por toda la cara), al menos no sentía dolor. Realmente, no he llegado a sentir dolor propiamente dicho en ningún momento, simplemente una mezcla entre irritación/escozor/cosquilleo por toda la cara que resulta muy molesta porque no me puedo rascar, lo cual es casi más engorroso.
Por la tarde vinieron a verme familia y amigos, así que estuve bastante entretenido. Por la noche vi una peli en mi ebook, y ya me fui a dormir hasta la mañana siguiente. Me despertaron las enfermeras, que me quitaron el vial del gotero, con la mala suerte de que se les resbaló y a una le saltó un chorro de sangre de un servidor por toda la bata. Cambiando el decorado, podría haber pasado por película de zombies.
Al día siguiente, martes, me dieron el alta sobre las 11 de la mañana, y ya me fui a casa. Estuve remoloneando un poco, pero la cara empezaba a molestar.
Sin duda alguna, ayer fue el peor día: las heridas estaban supurando y empezando a cerrarse, y yo sin poder rascarme. Total, que por la tarde ya estaba nervioso perdido, sin saber bien qué hacer. Después de dar muchas vueltas en la cama, me logré dormir, pero he pasado una noche bastante mala (me he estado despertando toda la noche, poniéndome bien las vendas, etc).
Hoy la cosa ha ido mejor, con las heridas cerrándose, pero me parece que aún me quedan unos cuantos días de incomodidades. Pero ya se sabe: para presumir, hay que sufrir.
Por cierto, la imagen que da comienzo a estas líneas no me hace justicia.
Estoy bien. La motosierra escocía un poquito, pero con la morfina se me ha pasado.
Ahora en serio (dentro de lo que cabe), la operación ha ido muy bien: ha sido relativamente breve, no me han provocado dolores insufribles (también es cierto que hasta hace un par de horas mi boca parecía un trapo), y me lo pasado “bien”. Lo más curioso ha ocurrido cuando me han empezado a quemar: un apetecible aroma a carne churruscada se ha abierto paso a través de la anestesia, y le ha hecho pensar a mi estómago (que llevaba 15 horas sin probar bocado) en un buen plato de costillas.
Así que ahora estoy aquí tranquilamente, ya plenamente consciente y saciado. Dentro de un poco me iré a dar un paseo (ya estoy preparando la mochila y el saco de dormir) hasta… la otra punta del pasillo.
¡Gracias a Juan, Rafalillo, José Antonio y a los anónimos por los ánimos!
Como los 8 años anteriores, el fin de semana antes de Navidad se ha celebrado en la sala multiusos del Auditorio de Zaragoza el IX Salón del Cómic.
Este año, por primera vez, decidí apuntarme al concurso de cosplay: disfrazarse de personajes de cómic, manga o anime. Sencillamente, ha sido genial. Me hice un traje de Rorschach, el famoso personaje de Watchmen, obra maestra de Alan Moore. En principio, íbamos a ir 4 disfrazados de Watchmen, pero por diversos motivos acabamos disfrazándonos sólo dos, de Rorschach (el que aparece el primero) y Dr. Manhattan (el azul):
Hay que reconocer que mi disfraz resultó bastante sencillo, pues tuve la suerte de contar con casi todo el material. También tengo que admitir que la máscara, aunque parece que sea muy cómoda, reduce bastante la visión, especialmente si hay focos apuntándote.
Este año me he comprado varias cosas, a saber: un par de cómics de los conejitos suicidas, una camiseta de Darth Vader (punto friki: ni siquiera sale su cara, sólo el sintetizador de voz que lleva en el pecho), un peluche de Yoda, otro de Luigi, y varios pines.
Y ahora, lo que estabais esperando: ¡las fotos de Rorschach! (brevemente comentadas).
Sí, habéis leído bien. Se puede hackear una calculadora. Aunque parezca increíble, es posible modificar el funcionamiento de varios modelos de Casio para añadir funciones ocultas, o se pueden mejorar las funciones de las calculadoras baratillas que todos tenemos. Tras un poquillo de investigación, he reunido una serie de hackeos o modificaciones que, además de ser útiles, sirven para fardar delante de los amigos. Mi intención original era condensarlos todos en una entrada, pero conforme he ido escribiendo, he descubierto más y más cosas acerca de la fascinante cara oculta de las calculadoras, así que lo repartiré a lo largo de algunos posts.
Esto tiene su base en un motivo muy sencillo: es más barato fabricar 2000 chips de tipo A que 1000 chips de tipo A y 1000 chips de tipo B. Tomemos el ejemplo de la fx-82ES y la fx-570ES. Por fuera tienen exactamente la misma forma:
La fx-82ES tiene unas 250 funciones, mientras que la 570ES unas 400. ¿Es mejor el circuito de ésta útlima? No, porque es el mismo. Una calculadora “baratilla” como la 82ES puede hacer lo mismo que una avanzada, como la 570ES. Lógicamente, la fx-82ES está capada, o tiene una ligera modificación, para que no muestre todas sus capacidades. Para conseguir ampliar las funciones de nuestra calculadora, hay que hacer unos pequeños cambios que varían en función del modelo. En la próxima entrada explicaré cómo actualizar dos modelos de calculadora (fx-82Es y fx-82MS) a las versiones “caras” (fx-570Es y fx-115MS, respectivamente). Más adelante, también comentaré algunos trucos y programas ocultos en las calculadoras Casio.